domingo, 7 de julio de 2013

FOTO: UNA REMOTA TARDE EN EL CAMPO

 

La vista corresponde  al homenaje que amigos y parientes ofrecieron al sacerdote Justiniano Escudero, recién ordenado en el seminario de Ayacucho. Había arribado a Pomabamba en diciembre  de 1935, llevando la imagen del Niño Jesús y con el propósito de organizar los festejos de la navidad de aquel lejano año.



Se nota que el cielo estaba cubierto por una tenue neblina, pero los ánimos eran apacibles y sosegados. En la primera fila, sentados, se distinguen a Pablo Cueva, Agustín Flores, Virgilio Álvarez Sotomayor, José Araoz y Sixto Ponte. A él, es la primera vez que lo veo. Su figura siempre ha transitado en la bruma de la leyenda y el recuerdo.  Hombre multifacético: desde titiritero hasta constructor de capillas. Un mago con las manos, a cuyos movimientos inasibles danzaban los muñecos ante la estupefacción de la gente. Luego, construyo la ermita en la colina de Buena Vista, cercana a la ciudad, que sería inspiración del músico Francisco Obregón “Ichic Pancho” para componer “Buena Vista”, canción con  tonada del chimaychi, canción irreverente que se cantaba como remate de las fiestas o cuando la tristeza comprimía el corazón de los románticos. Así, a punta de sentimiento y pasión  devendría en la canción pionera y emblemática de la provincia.



En la  segunda fila (sentados) de izquierda a derecha, aparece el padre Jorge Vidal Castillo, Octavio Herrera, un robusto capitán de la gendarmería, el joven presbítero Justiniano Escudero. A los  años siguientes renunciará a la misión de salvar a las almas del pecado, para dedicarse, con el mismo empeño, a salvar a los hombres y mujeres de la ignorancia: se entregó a la docencia. Poeta romántico. Sus versos transitan entre la pasión de amores truncos, dolientes y una patria nutrida de esperanzas. A su lado el circunspecto Subprefecto Chávarry, de procedencia huaracina, el Juez Jáuregui, Félix Cueva Sánchez,dirigente combativo de la Sociedad de Artesanos y Francisco Aranda, activo Alcalde, nacido en Sicsibamba, Sihuas, que impulso la expansión y modernización de la ciudad.



Continuando con la mención, un tanto olvidadiza y ambigua, de los personajes, en la tercera fila, de pie, figura Valentín Cirilo, con lentes. Ejerció el Derecho con fervor y constancia. En los años siguientes perdió la visión pero gano en sabiduría y paciencia. Sigue Emiliano González Roca, hombre múltiple. Maestro de formación, creo que fue el primer normalista en el medio, arqueólogo por vocación, abordaba en su revista “El Esfuerzo” la vastedad de la cultura regional y el rico folclor nativo. De espíritu inquieto e innovador. Estaba pendiente de los adelantos de la ciencia y la técnica. Cada vez que regresaba de  Lima sorprendía  a la gente con el cine, con la imprenta, con el fotomontaje. Continúa Agapito Fernández, fundador y presidente de la Sociedad de Artesanos. Ejerció, en tiempos en que el Estado no tenía significativa presencia en la vida local, una fiscalización sobre el buen uso de los fondos públicos. Lucho contra la corrupción. El precio fue la persecución y la prisión. Un dirigente digno de ser recordado en estos tiempos de apatía e indolencia. Sigue Faustino Tinoco, Juan Cirilo Moreno, Elías Filadelfo Romero, autor de canciones de inspiración embelesada en el paisaje localista como “Jancapampa”, a la bella y caprichosa “Pomabambina” y el rendido homenaje  “A mi hijo”. Termina la ronda con Tiburcio Vidal.

La foto que mostramos, tomada por un anónimo y diligente fotógrafo, más que el testimonio de un acontecimiento, más que el registro de un gesto,  es la revelación de una tendencia: el protagonismo de los hombres. La mujer aún no aparecía en la escena oficial. Ellas hacían historia a su manera: silenciosa pero eficaz  Por ejemplo, en  esos precisos momentos de la reunión, en un aparte de la ciudad, un grupo de mujeres, encabezadas por Rosenda Sánchez Escudero, gestaban y organizaban “Los Pastorcitos Ayacuchanos”, evento creativo que revolucionaria la coreografía de la navidad local. Las calles se inundarían de fervor y colorido, el ambiente se impregnaría  de alegres villancicos. Es verdad, su impulsor fue Justiniano Escudero, pero el aliento que le confirió  vida, poesía y perennidad  fue la mujer pomabambina. 

                                                                                                               Pedro A. Flores Cueva 
 
 *Foto proporcionada por el Sr. José Cueva Vidal